Biodiversidad insular: tan única, tan frágil

Los ecosistemas insulares como los de Canarias son auténticos laboratorios biológicos. Debido a su aislamiento (por llevar mucho tiempo sin estar en contacto con el continente o al haber surgido directamente desde los fondos oceánicos), los ecosistemas insulares tienen una serie de peculiaridades que se traducen en un alto grado de endemicidad, o exclusividad, de sus especies. Esto significa que las islas suelen tener especies que no aparecen en otras partes del mundo. La razón de esa exclusividad radica en que en los ecosistemas insulares ocurren fenómenos que favorecen la aparición de nuevas especies en períodos de tiempo relativamente cortos. De hecho, no es casualidad que fuese en islas (Galápagos e Indonesia) donde Charles Darwin y Alfred Russel Wallace desarrollaron la base de sus ideas sobre la evolución de las especies. Esto es, cómo las especies cambian para dar lugar a otras nuevas.

Pensemos en un animal terrestre grande como, por ejemplo, un oso o un lobo. Por su naturaleza, ninguno de ellos tiene las características necesarias para llegar a trozos de tierra que han surgido desde el fondo del océano a cientos de kilómetros del continente. Obviamente, no pueden volar. Necesitarían llegar por mar. ¿Imaginan a un lobo nadando cientos de kilómetros sin ahogarse o flotando sobre el tronco de un árbol a la deriva, sin comer durante meses hasta llegar a una isla? Es muy poco probable. Sin embargo, otros animales, como los reptiles -ligeros y con gran capacidad de ayuno- pueden pasar mucho tiempo sin comer, flotando sobre trozos de madera a merced de las corrientes oceánicas. Caso aparte son las aves (capaces de volar) o incluso insectos como las arañas (que pueden usar sus telas de araña como cometas para desplazarse grandes distancias.

En resumen, no todas las especies de animales y plantas tienen las mismas facilidades para alcanzar los ecosistemas insulares. Unos llegan y otros no. Por eso, en islas oceánicas no suele haber grandes depredadores, como lobos o guepardos. Entonces, si no hay este tipo de “peligros”, ¿para qué puede querer volar un pájaro, si no tiene que huir de nada? La energía que antes invertía en volar para escapar de sus depredadores la puede destinar ahora a otras cosas, como buscar alimento o reproducirse. Entonces, no es de extrañar que en islas aparezcan aves que pierden la capacidad de volar como por ejemplo el cormorán de las Galápagos (Phalacrocorax harrisi). En nuestro archipiélago también hubo especies de aves (actualmente se conocen solamente sus fósiles) que tal vez habían perdido la capacidad del vuelo, como la codorniz canaria (Coturnix gomerae) o el escríbano patilargo (Emberiza alcoveri).

Sin embargo, esa virtud de las islas es también su debilidad. Al ser ecosistemas aislados, hablamos de zonas donde el equilibrio ecológico es muy delicado y la línea roja que separa a las especies vivas de su extinción es muy delgada. Eso adquiere especial relevancia en las islas habitadas por el ser humano. La mayoría de las extinciones que se conocen han ocurrido en islas y, casi siempre, provocadas por la mano del hombre, directa o indirectamente. Un ejemplo es el del chochín de la isla de Stephens (Xenicus lyalli), un pájaro pequeño y rechoncho incapaz de volar y que prácticamente se extinguió al mismo tiempo que era descrito por la ciencia. Los únicos ejemplares que se conservan de esta especie son los poco más de diez especímenes que el gato del farero de la isla cazó y llevó “como regalo” a su dueño. Gracias a restos subfósiles se sabe que este pajarito habitó también en Nueva Zelanda, pero se extinguió posiblemente por la introducción de las ratas con la llegada de los polinesios.

Cuando una especie se extingue, lo hace para siempre. Si recordamos aquello de la exclusividad, no es difícil entender que, si una especie endémica de una isla se extingue, desaparece del mundo entero. De ahí, la necesidad de conocer y divulgar todo lo que sea posible sobre biodiversidad insular, tanto animal como vegetal, a fin de poder conservarla.

Por Aarón González Castro.

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Emberiza_alcoveri