La erupción volcánica de La Palma: un año después

La erupción volcánica de La Palma comenzó el domingo 19 de septiembre de 2021 y se prolongó durante 85 días, convirtiéndose así en la erupción más larga registrada en la isla. El Instituto de Productos Naturales y Agrobiología realizó un amplio despliegue de investigadores, que acudieron desde el primer día para desarrollar un seguimiento exhaustivo sobre el terreno.

La erupción volcánica de La Palma comenzó el domingo 19 de septiembre de 2021 y se prolongó durante 85 días, convirtiéndose así en la erupción más larga registrada en la isla. El Instituto de Productos Naturales y Agrobiología realizó un amplio despliegue de investigadores, que acudieron desde el primer día para desarrollar un seguimiento exhaustivo sobre el terreno.

Desde el grupo de Vulcanología se realizaron dos labores paralelas. Por un lado, la observación del fenómeno y su evolución, el muestreo de lava y piroclastos para posteriores análisis. Por el otro, se persiguió determinar la estructura y dinámica del sistema magmático activo asociado a esta erupción en profundidad mediante imágenes de radar por satélite, medición por sensores y modelización mecánica y se realizó un muestreo de rocas coladas para la determinación de sus parámetros termomecánicos. En el campo de la Biodiversidad, los investigadores evaluaron los efectos ecológicos que la erupción tuvo, y aún tiene, sobre la zona afectada, realizando inventarios de flora y fauna y un seguimiento de las modificaciones en los hábitos de estas especies. Desde el grupo de Ciencias Atmosféricas, se llevaron a cabo mediciones en continuo y en tiempo real de las partículas presentes en el aire, en especial los elementos contaminantes que podían afectar a la salud de la población de la isla y de los equipos de trabajo presentes. Esta labor se realizó de manera coordinada con el Gobierno de Canarias, Universidad de La Laguna, AEMET, el Instituto de Salud Carlos III y la Universidad de Huelva. Por último, una unidad mixta formada por personal del Cabildo Insular de La Palma y del IPNA-CSIC llevó a cabo análisis de suelo, frutos y hoja en diferentes fincas de la isla a distancias y cotas variables con respecto al volcán para determinar el efecto en la industria agrícola.

Cuando se cumple un año del inicio de la erupción del volcán en Cumbre Vieja que mantuvo en vilo a la población canaria durante 85 días, hemos pedido a algunos de los investigadores que estuvieron sobre el terreno que reflexionen sobre esta experiencia:

¿Cuáles fueron sus primeras impresiones sobre el terreno en el comienzo de la erupción?

Manuel Nogales (MN): Unos primeros momentos impresionantes ante la magnitud de tal manifestación natural; recuerdo que comentamos lo pequeño que nos sentíamos ante el volcán, aún a pesar de que en esta primera fase el edificio volcánico todavía estaba comenzando a formarse. Por otro lado, no podíamos dejar al margen el sentimiento social que nos embargaba al convivir con las personas que habían sido desalojadas y que muchas de ellas iban a perder sus casas y propiedades.

Mercedes Hernández (MH): Las primeras horas fueron pura expectación, no siendo consciente del daño que aquel espectáculo iba a producir en la isla. A las pocas horas, al ver el punto geográfico donde habían salido los primeros conos, me invadió el miedo y la incertidumbre. Soy originaria del valle de Aridane y mi familia vive a pocos km del volcán, solo era necesario asomarse a la ventana de casa de mis padres para ver la lava avanzando hacia el mar.

Jana Alonso (JA): En el ámbito de la agrobiología surgieron muchos interrogantes, sobre todo con las primeras lluvias de cenizas: qué daño va a hacer esa ceniza en los cultivos?, ¿hasta dónde va a llegar?, ¿cuánto va a durar?, ¿se van a sepultar los cultivos? Una vez identificamos estos interrogantes, el trabajo de campo y las primeras impresiones con los agricultores y sus cultivos a los que habían dedicado años, o incluso toda una vida, fue devastador. Nuestro objetivo primordial fue el de intentar ayudar con todo lo que podíamos hacer a nivel científico para ellos, para intentar regenerar esos cultivos y valorar sus opciones de recuperación y comercialización de los frutos.

¿Cómo valora la erupción volcánica de 2021 en La Palma, desde una perspectiva científica?

Vicente Soler (VS): La erupción de la Palma de 2021 supone un hito científico de primera magnitud. La anterior erupción, subárea en 1971, el Teneguía, sorprende a este país en un momento en el que todavía se arrastra un déficit tecnológico respecto a los países de nuestro entorno. Por contra, aquí en 2021, ya por primera vez se puede monitorizar el fenómeno y compararlo con la observación a un nivel científico que podríamos decir equiparable a los países de nuestro entorno. En ese sentido, se crea una base de datos de más de 10.000 terremotos localizados que permite y va a permitir un estudio detallado de todo lo observado en superficie, con lo que acontecía en profundidad. Y ese tal vez sea el aspecto científico más a destacar.

¿Cómo describiría la experiencia de investigar in situ un fenómeno histórico mientras se producía?

MN: Siempre tuvimos claro que estábamos ante un episodio natural histórico, que estadísticamente “tocaba”, pero nunca tuvimos claro que viviríamos una erupción volcánica. Durante los 85 días de erupción nos mantuvimos muy alerta, dedicando inacabables jornadas de campo. A pesar de los numerosos días de campo, el efecto atractivo de la erupción y los cambios en la biodiversidad nos mantuvieron muy atentos y pestañeando lo justo. Nuestro aprendizaje y experiencia fue única a nivel profesional y personal.

MH: Fue una experiencia muy intensa desde los primeros días de la erupción, primero como investigadora y segundo como palmera. No conocía ni tenía experiencia previa de la composición de las cenizas y su posible afección a los cultivos de la isla. Estuvimos estudiando bibliografía descrita para poner a punto protocolos analíticos y estudiar la composición química, por primera vez, de este tipo de muestras y posible presencia de metales pesados en los frutos de platanera y aguacate principalmente.

¿Cuáles son las principales conclusiones que ha podido extraer de su investigación tras este primer año?

MN: Quizás destacaría tres de ellas: En primer lugar, los pinos canarios han evolucionado entre volcanes durante más de 13 millones de años y eso lo han hecho altamente tolerantes a las altas temperaturas. Su capacidad de resistir a los fuegos forestales es una condición secundaria. En segundo lugar, la adquisición del carácter leñoso en numerosas plantas insulares parece estar ligado a los episodios volcánicos, ya que fueron estas plantas las únicas que sobrevivieron en los 3 kilómetros más cercanos al cráter. Y por último, desatacamos algunas tendencias evolutivas descritas en los animales vertebrados en islas, como la plasticidad trófica (capacidad para consumir presas distintas), resultaron claves para su supervivencia en ciertas fases críticas de la erupción.

MH: La devastación y tristeza que se percibe en la zona del valle de Aridane contrasta, sin embargo y con matices, con la bondad de las cenizas en los suelos de cultivo. Puedo decir que, a medio y largo plazo, cuando los gases desaparezcan en algunas zonas y se realicen mejoras en los sistemas de riego y sus canalizaciones, las cenizas pueden ser un aporte de minerales (magnesio, hierro entre otros) beneficiosos para la fertilidad química y física de los suelos agrícolas.

JA: Cuando hicimos los primeros muestreos de 11 días después de la erupción, ya había bastante cantidad de ceniza. Una vez finalizada la erupción, volvimos a realizar muestreos en las mismas fincas y los daños eran devastadores, con hasta 20 centímetros de ceniza y los árboles con sus hojas totalmente perdidas. Pero lo bueno es que al final la naturaleza es resiliente y capaz de volverse a regenerar y luchar contra este fenómeno. Esperemos también que a nivel científico podamos ayudarles con todo lo que podamos hacer.

¿En qué consiste tu trabajo actual sobre el volcán de Cumbre Vieja?

MN: Ahora mismo seguimos haciendo seguimientos mensuales sobre la biodiversidad, tanto en los nuevos campos de lavas (todavía muy hostiles en su colonización), como en las inmediaciones de la erupción, con el fin de evaluar la resiliencia de los principales grupos de plantas (plantas sin flores, coníferas: pinos y angiospermas: plantas que producen flores) y animales (invertebrados, lagartos, aves y murciélagos) y su evolución temporal.

MH: Actualmente estamos llevando a cabo un seguimiento de la fertilidad de los suelos de cultivos tales como platanera, aguacate, proteas. A su vez, analizamos la composición nutricional de los frutos/hojas para ver su afección a medio-largo plazo después de terminar la erupción.

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